HIPERGLUCEMIA EMOCIONAL 1ª PARTE

Por: Isabel San Martín Erice. Enfermera de ANADI.

Cualquier organismo vivo, antes una situación que perciba como peligrosa, tiene tres únicas formas de reacción: la inmovilidad, la huida o la lucha. Después de todo, nuestro cerebro reptiliano mantiene reacciones aprendidas desde los tiempos en que nos dedicábamos a la caza y la recolección. Así pues, ante un whatsapp de nuestr@s jef@s a deshoras o ante una situación que nos desborda y para la que no tenemos los recursos físicos o emocionales para enfrentarnos a ella, nuestro cuerpo reacciona como si estuviéramos frente a un mamut de la sabana. El organismo desencadena una serie de procesos que preparan a nuestro cuerpo para la acción; incluyendo la secreción de una serie de hormonas, entre ellas el cortisol y la adrenalina. Estas hormonas producen entre otros: dilatación de las pupilas, aumento de la frecuencia cardíaca y de la tensión arterial, dilatación bronquial (para adquirir mayor capacidad pulmonar), mayor capacidad muscular y un aumento de la glucosa en sangre. Si esta respuesta al estresor es puntual y adaptativa, los niveles de cortisol y el resto de las hormonas contrarreguladoras vuelven a la normalidad. Para las personas con diabetes, esta secreción de cortisol tiene especial relevancia ya que en el momento de afrontar una situación que es percibida como peligrosa o estresante, los niveles de glucemia se elevan, y no solo eso, la resistencia a la insulina aumenta por lo que esos picos de hiperglucemia son muy difíciles de corregir.  

Además de las situaciones estresantes presentes en la vida cotidiana, a las que todas las personas estamos expuestas, la condición de tener diabetes impone una serie de potenciales estresores adicionales específicos y que pueden generar mayor o menor grado de ansiedad.  

1. Desde el momento mismo del diagnóstico en el que la persona con diabetes y/o su familia (si se trata de menores de muy corta edad) sufre el duelo del diagnóstico y su transición por las distintas fases de este: negación, ira, tristeza, negociación y/o aceptación; existen situaciones en las que la ansiedad aparecerá en un momento u otro con la consiguiente afectación glucémica. 

2. El manejo mismo de la enfermedad es una fuente de estrés en una persona con diabetes debido a la complejidad y las demandas diarias del tratamiento: contar raciones, decidir las unidades de insulina que se va a administrar en función del ejercicio que se ha hecho, el que se va a hacer; tener en cuenta el tipo de comida que se va a ingerir (si tiene más o menos grasa, mayor o menor índice glucémico); la fase del ciclo ovulatorio en la que se encuentra la mujer con diabetes y que también influirá en sus glucemias… Este grado de responsabilidad que se le exige a la persona con diabetes (o que muchas veces se autoexige), además del dominio de las distintas destrezas que ello implica suponen tareas difíciles de afrontar y de gestionar, y que genera el denominado “estrés diabético”. Hay estudios que indican que entre un 60-80% de las personas con diabetes lo sufren o lo van a sufrir a lo largo de su convivencia con la enfermedad.  

3. Los episodios de hipoglucemias, que pueden ser frecuentes entre personas insulinodependientes, constituyen otra fuente de tensión y puede provocar el denominado miedo a la hipoglucemia. Entre los factores que intervienen en el desarrollo de este miedo destacan las consecuencias aversivas, físicas, cognitivas, motoras y sociales que conllevan estos “bajones” de la glucosa en sangre, así como la experiencia previa o vicaria de estos episodios y la dificultad para diferenciar entre diferentes tipos de síntomas. Este miedo a la hipoglucemia hace que muchas personas con diabetes consideren más “seguro” permanecer en hiperglucemia para evitarlas.  

4. La incertidumbre sobre las complicaciones futuras, los sentimientos de frustración ante niveles altos de glucemia inexplicados, etc también son factores que pueden propiciar estrés y ansiedad.  

5. Las Nuevas Tecnologías, con todo lo positivo que han traído para el manejo y la mejora en la calidad de vida de las personas con diabetes, pueden ser un arma de doble filo para personalidades más obsesivas, perfeccionistas o controladoras, que puedan tener en dispositivos como la monitorización continua de glucosa o los sistemas de infusión continua de insulina, una carga extra en esa exigencia de control o de autoexigencia.   

En todas las situaciones descritas, y muchas más que en el día a día puedan aparecer, el cerebro detecta que hay un estresor (un peligro, en términos de nuestro cerebro más primitivo) y el cuerpo pide glucosa para responder ante este peligro, ya que necesita tener todos los órganos preparados bien para la lucha, bien para la huida. Por ello, al cuerpo tampoco le interesará que la insulina que pueda tener activa se absorba ya que la debe tener disponible en sangre y por ello la resistencia a la insulina, aumentará. Esta regulación de la glucosa responde a estímulos emocionales. Si ante estas situaciones, una persona con diabetes no cuenta con las suficientes herramientas para detectar, identificar y gestionar sus emociones, sus valores glucémicos por mucha insulina que en esos momentos se inyecte, no se regularán.